Estados Unidos.- De Seattle a Houston, de Los Ángeles a las puertas mismas de la Casa Blanca, donde el presidente Trump advirtió vía Twitter de que, si los centenares de manifestantes hubieran osado atravesar la valla, ”habrían sido recibidos por los perros más feroces y las armas más amenazantes”. Un joven de 19 años muerto en Detroit, según la policía de la ciudad, después de que alguien abriera fuego desde una furgoneta contra un grupo de manifestantes. Un guardia de seguridad abatido en Oakland. Saqueos en Portland y declaración del estado de emergencia. Cortes de autopistas en Milwaukee. El cuartel general de la CNN en Atlanta, atacado. Centenares de detenidos y coches de policía ardiendo en Nueva York. Unos 500 arrestados en Los Ángeles. Este es el balance de una noche, la del viernes, la cuarta jornada de protestas tras la muerte de George Floyd, en que la mecha prendida en Minneapolis se extendió en disturbios por una treintena de ciudades de todo el país.
Una batalla campal se había desatado en los alrededores del parque olímpico de la capital de Georgia, con cristales rotos, saqueos y cargas policiales. No muy lejos, algunos manifestantes se subieron a un gran logo de la CNN en su cuartel general, lo vandalizaron con espráis de pintura y rompieron los vidrios de entrada a la sede, en un tenso enfrentamiento con los antidisturbios retransmitido en directo por las cámaras de la cadena de televisión. El gobernador del Estado, Brian Kemp, anunció que medio millar de soldados de la Guardia Nacional habían sido activados.
En la ciudad de Washington, la capital del país, el servicio secreto decidió cerrar el cerco sobre la Casa Blanca debido a las protestas que se producían en el exterior. Hubo al menos dos detenidos entre los cientos de participantes. En un insólito hilo de tuits, el presidente aseguró que estaba viendo “cada movimiento” desde el interior de su residencia. “No pude sentirme más seguro”, dijo, elogiando a los agentes del servicio secreto. “Dejaron a los manifestantes gritar y despotricar todo lo que quisieron, pero cuando alguien se ponía demasiado juguetón o fuera de lugar, se les echaban encima rápidamente, duro. No sabían lo que les golpeaba”, explicó. “Una gran multitud, profesionalmente organizada, pero nadie se acercó a atravesar la valla. Si lo hubieran hecho, habrían sido recibidos por los perros más feroces y las armas más amenazantes que he visto jamás. Ahí es cuando la gente podría haber sido herida de gravedad, por lo menos. Muchos agentes del servicio secreto solo estaban esperando para la acción”.